martes, 21 de agosto de 2007

Corbera m'esvera!!

Verano calentito donde los haya. La falta de ropa y el exceso de carne fresca hacen estragos en nosotros. Se desatan pasiones y sentimientos aletargados durante todo el año, y también se desvelan secretos nunca antes contados.

La historia de Corbera podría resumirse así, un pequeño gran pueblo en el que pasé algunos años de mi (loca) adolescencia y que en realidad nunca he dejado pues en mis amigos (de Corbera) tengo lo más importante de ese lugar. Por eso, para mi la palabra "Corbera" no designa sólo al pueblo sino algo que va mucha más allá: amistad, alegrías, tristezas, tensiones, amores, amoríos y líos varios, las primeras experiencias adultas (léase alcohol, fiestas descontroladas y todo lo que le suele seguir...), etc. etc.

Y ahora cuando vuelvo a Corbera me invade la nostalgia y, a la vez, el buen sabor de boca de haber disfrutado el tiempo a fondo, sin más preocupaciones que las que se suelen generar en un grupo de amigos tan... unidos.

Y ya ves, esta entrada que iba ser de lo más banal se ha convertido en algo más profunda. Para quitarle hierro al asunto y que os riáis un poquillo cuelgo estas fotos.

Se trata de una visita a casa de (los padres de) Cristian que dio mucho de sí. Un bonito día de piscina y comida... en buena compañía.






lunes, 13 de agosto de 2007

Gusanos

Hoy he vuelto al pasado. ¿los culpables? los gusanos! En el piso de mi tía había siempre gusanos en la cocina. ¿por qué? no sé, era su habitat natural, supongo. Ponían sus asquerosos huevos en los paquetes de pasta o en los de arroz, y se esparcían por toda la cocina hasta llegar al techo y caerte en el bol de cereales del desayuno. Sí, era así de asqueroso.

Hoy han vuelto a aparecer. He levantado la tapa de la cafetera y... he descubierto que un club de gusanos lechosos estaba ahí para darme la bienvenida. Unos gusanos endebles y blancuchos que no hubieran sobrevivido nunca y que, por alguna extraña razón, lo han hecho alimentándose de café y nadando a sus anchas en la bandeja recogedora de mi cafetera Nesspreso. No me lo podía creer pero ahí estaban, disfrutando, reproduciéndose, euféricos de tanto café (su único alimento), esperando a que nadie los detectase para poder infestar la cocina. Una vez más, la historia se vuelve a repetir...